El avance persa hacia occidente

Origen y desarrollo de la democracia en Atenas, (parte VI).

Después del periodo, en el que, el protagonista indiscutible fue Clístenes, con la instauración de su constitución y sus reformas democráticas, el político ateniense desapareció de las fuentes y no se sabe bien que fue de él.

En el tiempo que sigue a esta época de avance democrático, las ciudades jonias establecidas en Asia Menor, empezaron a tener problemas. Estas ciudades estaban allí establecidas desde los siglos XI-IX a.C. teniendo una gran importancia económica, social y cultural. Estaban habitadas por griegos jonios.

Debido al avance hacia el oeste con afán conquistador y expansionista del imperio persa, las ciudades jonias, como Éfeso, Quíos, Colofón o Eritrea, empezaron a preocuparse, debido a su exposición directa con los persas. De entre estas ciudades destacaban la isla de Naxos y Mileto, por su prosperidad económica. El ejército persa llegó a Lidia con Ciro al mando, conquistando su capital, Sardes, en el año 527 a.C. y apresando a su rey, llamado Creso. Antes habían llegado los persas, al mando de Cambises, hijo de Ciro, a Egipto, derrotando al faraón Amasis[1]. Muchas de estas ciudades jonias habían apoyado a Lidia y a su capital, Sardes, en su lucha contra los persas. Por este motivo, ahora se encontraban en una difícil situación, después de la derrota de Lidia.

En la isla de Naxos hubo una revuelta popular y fueron expulsados un grupo de ricos ciudadanos de la ciudad. Estos fueron a refugiarse a la ciudad de Mileto. En Mileto gobernaba Aristágoras, en sustitución del tirano Histieo, primo suyo, que se encontraba retenido a la fuerza en la ciudad de Susa. Estos ciudadanos de Naxos, hablaron con Aristágoras, pidiéndole ayuda para poder regresar a su isla. Este, después de escuchar su historia, les propuso hablar con Artafrenes, gobernante persa de la costa de Asia Menor a las órdenes del rey Darío, para que les proporcionara naves y soldados, con la intención de tomar la isla. Después de hablar Aristágoras con Artafrenes, y dar su consentimiento Darío, partió una flota, con la idea de atacar por sorpresa Naxos. Pero de camino hacia su objetivo hubo una disputa entre Aristágoras y Megabates, un mando persa que iba en la expedición. Este Megabates, tras salir humillado en la disputa con Aristágoras, en venganza, mandó avisar a los naxios del peligro que se les venía encima. De esta forma, en Naxos pudieron aguantar el asedio persa, al haberse podido aprovisionar con antelación. Mientras tanto, Histieo, desde su confinamiento en Susa, consiguió mandar un mensaje a Aristágoras tatuado en la cabeza de un hombre, que posteriormente se dejó crecer el pelo, para ocultar el mensaje a los persas. El mensaje instaba a Aristágoras a revelarse contra los persas. Este, lo debatió con sus afines y todos respondieron favorablemente, menos el logógrafo Hecateo, que advirtió de los peligros de un enfrentamiento contra los persas. Se decidieron por la revuelta. Aristágoras buscó alianzas y después de haber establecido la isonomía (igualdad de todos los ciudadanos ante la ley) en la ciudad de Mileto, partió en busca del apoyo de los lacedemonios. Así lo contó Heródoto[2].

Sin embargo, el rey espartano Cleómenes le negó la ayuda. Después, Aristágoras se dirigió a Atenas, justo cuando esta ciudad se había liberado de los tiranos[3]. Los ciudadanos atenienses si prestaron ayuda a las ciudades jonias, los cuales “enviaron veinte naves” [4].

La primera ofensiva de los griegos fue contra la ciudad de Sardes (498 a.C.), que se tomó sin apenas resistencia y fue incendiada, también un importante templo a la diosa Cibeles fue destruido[5]. Los jonios retrocedieron ante la reagrupación del ejército persa. Hubo un enfrentamiento en Éfeso, en el cual fueron vencidos los griegos, cuyo ejército se disolvió. Los persas, después de esta victoria fueron reconquistando territorios, hasta llegar a Mileto que fue duramente castigada. 

Ya en el año 493 a.C., los persas se dispusieron a avanzar hacia Grecia con un poderoso ejército, al mando del cual estaba Darío I.

Entre tanto en Atenas se encontraban en guerra contra Egina. De los cuantiosos beneficios que se sacaban por esas fechas de las minas del Laureo, Temístocles, convenció a los atenienses de que, con los beneficios obtenidos, era necesario la construcción de una flota naval para esta guerra, ya que opinaba que la existente era deficiente[6]. La flota se construyó, pero no se usó para esta ocasión. Sin embargo, serían de importancia vital en el posterior enfrentamiento contra el ejército persa. Este, avanzaba conquistando. Enviaba emisarios para imponer el pago de tributos que la mayoría aceptaban, menos Atenas y Esparta que se negaron, provocando con ello la guerra. 

El primer avance persa fue en el año 490 a.C. a las órdenes del rey Darío I y con sus lugartenientes Datis y Artafernes. Este fue el comienzo de la primera guerra médica. Entre los miembros del ejército persa se encontraba Hipias, antiguo tirano ateniense que se había refugiado en la corte persa. Aspiraba a ser reincorporado en su puesto de gobernante ateniense, tras una supuesta victoria persa sobre Atenas. 


[1] Heródoto, Historia, III, 1.

[2] Heródoto, Historia, V,29-37.

[3] Heródoto, Historia, V, 55.

[4] Heródoto, Historia, V,97.

[5] Heródoto, Historia, V, 102.

[6] Heródoto, Historia, VII, 144.

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